Son historias de supervivencia frente a la crisis. Familias enteras en paro que, como último recurso, deciden que la tierra, aunque no sea suya, sea la que les ofrezca su propia manutención.Ese lugar, en unos terrenos que ninguna administración considera como propios.El premio para sus dueños, recoger el fruto: "Ahí vengo, de llevarle dos kilitos de tomate a mi madre", relata uno de estos agricultores por necesidad.
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