“El miedo es un arma poderosa y tanto el gobierno como sus opositores saben aprovecharlo”. A pesar de la idea preconcebida y generalizada de que Francia es un país progresista y abierto, una vez más la evolución de los acontecimientos confirma lo contrario. La pérdida de afluencia en las manifestaciones, cada vez más violentas, contra una reforma laboral impuesta debido a la falta de apoyo parlamentario; unas fuerzas del orden cada vez más represoras y con más margen de maniobra e impunidad gracias a las leyes antiterroristas;
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