A Lai Hang le quedaban cuatro meses de vida y no había tiempo que perder. Era un día de 2015, cuando escuchó su pronóstico de cáncer terminal, ese mismo día cumplimentó el papeleo y comenzó el período de espera de 10 días para comprar una pistola. Luego pidió a su amiga de la infancia, Ping Chong, que guardara sus registros, incluyendo el certificado de defunción de su esposo, que había muerto de cáncer tres años antes.
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