Cuando España era Iberia, ya se excavaba en busca de agua para compensar un clima árido e inclemente para la agricultura. Cisternas, aljibes y pozos de época romana, árabe y medieval jalonan nuestra arqueología, pero la modernización de las técnicas agrícolas ha impulsado una fiebre por explotar los acuíferos que ha hecho proliferar la perforación de pozos ilegales. El impacto hidrológico y para el ecosistema que supone eran hasta ahora las principales preocupaciones; el drama de Julen, el niño de Totalán, incorpora un nuevo motivo de alarma.
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