Todo comenzó por un caso de un señor que debía mucho dinero y no tenía cómo pagarlo. Empezaron a bloquear sus cuentas corrientes, a embargar su casa, su coche, sus muebles y ¡hasta su perro! Pues bien, cuando hizo reclamaciones al respecto alegando que el perro no era un objeto de su posesión sino un miembro más de la familia, el juez dictaminó a favor de Hacienda. Se sentó la base que serviría como precedente al embargo de mascotas.
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