La nueva economía ya no basa su funcionamiento en productos materiales, sino en algo etéreo, aunque de un valor inmensurable: el conocimiento. Calcular el valor de las ideas o de los datos resulta complejo; sin embargo, es ahí donde se asienta ahora la riqueza. Esto abre también nuevas cuestiones, como la ética de que sean unos pocos los que se enriquezcan con lo que es, en esencia, de todos.
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