El pasado verano, la directora de documentales Deeyah Khan comenzó a recibir amenazas - para ser violada, torturada, gaseada y asesinada - expresiones que las mujeres de grupos minoritarios reciben a menudo por odio. Khan está acostumbrada al abuso racial: creció en Noruega (su madre es de Afganistán, su padre de Pakistán), y conocía las marchas neonazis. Pero el abuso que recibió el año pasado fue particularmente vil e implacable, y decidió que ya no quería tener miedo de esta generación de supremacistas blancos recién envalentonados.
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