Estoy espiando a mis vecinos. Es uno de los efectos de vivir la crisis del coronavirus en soledad. El sábado, durante el aplauso a los sanitarios, descubrí que el desconchado edificio de enfrente está habitado. Escuchar palmas puede ser emocionante incluso en una pequeña calle con nombre franquista. Mirar al resto de ventanas de tu bloque y comprobar que no sale nadie produce inquietud y preguntas: ¿han huido todos? Aparte de estar sola en casa, ¿estoy sola en todo el bloque? Pero no estoy sola. Escucho a la pareja de arriba bailar bachata...
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