Hay dos expresiones anglosajonas que se repiten como un salmo en la liturgia de nuestra crisis y que revelan como pocas hasta qué punto se ha abordado la Gran Recesión no como un problema económico sino religioso. Se trata de «moral hazard» (el riesgo moral que, se supone, sufren los acreedores en el caso de perdonar total o parcialmente las deudas ya que, de no cobrarlas, los deudores volverán a las andadas de despilfarro y fiesta sinfín que les han llevado a estar ahora arruinados); la otra es «too big to fail»
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