Sus abogados han dejado claro que su estrategia pasa por argumentar que cuando el exmandatario denunciaba un fraude inexistente en aquellos comicios lo creía de veras y hacía uso de su derecho a opinar. Y alegan que, cuando pedía a sus colaboradores y los funcionarios electorales alterar los resultados, no les presionaba, sino que expresaba una mera “aspiración”.
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