En noviembre 2016, en Estados Unidos sucedió lo impensable: frente a la abrumadora oposición de la oligarquía mediática, económica y política, Donald Trump ganaba las elecciones presidenciales. Tras décadas de hegemonía cultural absoluta, el escaparate del progresismo internacional parecía saltar por los aires. El país cuna de la corrección política, de la ideología de género y de la posmoderna french theory veía como los despreciados paletos (rednecks) ganaban las elecciones e imponían como Presidente a su patán favorito.
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