Se llama Andrés Abián y se ha hecho famoso en Rusia. Hace un año ya intentó su gesta, pero estuvo a punto de morir por congelación, al montar su tienda de campaña. Ha vuelto y este año sí. «No sé cómo la gente puede vivir aquí». En Rusia oriental no se bromea con el frío. Y menos en la ruta maldita de 2.000 kilómetros de carretera construida sobre miles de cadáveres de presos del Gulag y conocida como Carretera de los Huesos.
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