Un bosque cerrado flanquea las sinuosas carreteras del pantano de Susqueda, en el corazón de Girona. El camino es accidentado y el asfalto está lleno de baches. Apenas hay indicaciones: sólo quienes frecuentan la ruta saben desenvolverse con soltura. Los cazadores forman parte de este singular paisanaje. Cazan jabalíes y conocen la zona como la palma de su mano. Son los menos, pero algunos de ellos se mueven al margen de la ley; son furtivos que ya han protagonizado varios incidentes en la zona.
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