Es facilísimo fabular con una escena cinematográfica de Almodóvar en la que Manuela Carmena, después de preparar una buena tanda de magdalenas, fríe las empanadillas para cenar con Errejón y cuando las lleva servidas en una fuente cae y se rompe el tobillo. Imaginen ese episodio y añádanle la llamada a la ambulancia, el traslado al hospital y, luego, su deambular en la silla de ruedas. Y a partir de ahí quizá se entienda por qué Carmena no exuda ideología sino otra suerte de carisma que le permite, además, mandar a hacer puñetas al 'macho alfa'
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