Para algunos, el único debate aceptable sobre la “cultura de la cancelación” es que no existe el debate. El debate es simplemente: ¿Debemos tener este debate? Y la respuesta es: no. ¿Por qué? Porque no existe. Pero incluso aunque aceptemos que no existe una “cultura” de la “cancelación” per se, existen casos preocupantes de individuos que han perdido su empleo y reputación como consecuencia de sus opiniones. Y esto, en una democracia liberal, es algo que siempre debería preocuparnos.
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