Si no existiesen imágenes de lo acontecido ni testigos que lo relatasen, resultaría increíble imaginar que el propietario de una vivienda dedicase parte de la tarde noche del viernes a capturar murciélagos con un alicate, provocarles la muerte e, ipso facto, lanzarlos por la ventana. Pero, como la realidad suele superar a la ficción -en Verín mucho más-, algo así ocurrió en el número dos de la calle Muralla.
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