Los síntomas del coronavirus que experimentó la mierense Alba Fuertes (1994), más allá de cierta pesadez en los ojos y dolor lumbar, también fueron graves. Y quizá menos conocidos: el ostracismo, la discriminación, la presión social e incluso el acoso. Todo porque hizo lo que aún hoy sigue considerando correcto: alertar a todos sus contactos de que había dado positivo
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