A estas alturas de la pandemia ya estamos viendo los primeros rayos de esperanza gracias a la vacunación y aún así, parece que la normalidad todavía se nos escurre entre los dedos.
En el momento en que las primeras vacunas estuvieron disponibles, parece que vacunar a nuestros mayores era la opción más sensata y más humana. Són las personas más vulnerables claramente a la enfermedad y cuyos años de vida són quizá más valiosos por escasos.
Otro colectivo que era prioritario vacunar eran aquellos grupos de riesgo que, bien por el riesgo de exposición, bien por patologías susceptibles de sufrir complicaciones etc. tenían más números de coger el virus o de jugarse la vida seriamente en caso de cogerlo.
Dicho esto y una vez que se vacunaron a estos colectivos, se decidió seguir vacunando por franjas de edad, de mayores a menores, siendo los jóvenes de 18-30 años los ultimísimos de la lista.
Una persona con 40 años no tiene un riesgo significativamente más alto de sufrir complicaciones por covid que una de 20 y seguramente esté infinitamente menos expuesta al virus. Los jóvenes interaccionan con más gente, se mueven más y, en general, tienen mucha más vida social. A la gente le gusta criticarlos por juntarse y hacer el cafrepero es que DEBEN hacerlo. La mayoría de nosotros seguimos juntandonos con el grupo de amigos que hicimos cuando teniamos 20 años. También fue cuando aprendimos a socializar, a conocer a gente y aprender a 'calarla'. Básicamente aprendimos las herramientas que nos sirven ahora para poder interactuar de forma sana con los demás y no como cuando teniamos 15 años.
Personalmente creo que aquí se falló terriblemente y es muy difícil de justificar si no fuera porque vivimos en una gerontocracia. Ya no hay suficiente con robarles el futuro a los jóvenes con que hay que robarles el presente.