Hace una década, después de un boom especulativo del carbón, la ciudad desértica de Ordos, en Mongolia Interior, se convirtió en la ciudad fantasma más grande de China, llena de edificios inacabados y desesperada por otra forma de ganar dinero. Bendecida como la mayor parte de China con mano de obra barata, tierra y, lo que es más importante, electricidad barata, Ordos abrió sus puertas a todo el mundo, incluyendo bitcoin, la moneda digital apátrida cuyo valor total de mercado se ha cuadruplicado este año a 70.000 millones de dólares.
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