La belleza de la palabra
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La canción de Amergin

   Soy el viento en el mar;

   Soy la ola del océano;

   Soy el toro de siete batallas;

   Soy el águila en la roca;

   Soy un destello del sol;

   Soy la más bella de las plantas;

   Soy un fuerte jabalí;

   Soy un salmón en el agua;

   Soy un lago en la llanura;

Soy una cima fortificada;

   Soy la palabra del conocimiento;

   Soy la cabeza de la lanza en batalla;

   Soy el dios...

... que pone fuego en la cabeza;

   ... que suaviza la montaña pedregosa;

   ... que puede decir las edades de la luna;

  ... que que proclama dónde descansará el sol;

... a quién sonríen esas olas;

... que afila espadas en una fortaleza asolada por la peste;

Lamento de las armas... Lamento del viento.

En algún momento del siglo XII, en algún lugar de Irlanda, un escriba, que escribía en irlandés, incluyó un poema del siglo IX en su manuscrito Lebor Gabála Érenn [El libro de las invasiones], una historia de Irlanda y los irlandeses desde la creación del mundo hasta la Edad Media. El poema, ahora conocido como "La canción de Amergin", es una estrofa de veinte versos sin rima en una forma poética del irlandés antiguo que utiliza la aliteración y la métrica conocida como "rosc". Amergin, el líder de la invasión milesia, recita espontáneamente este poema mientras vadea la orilla con sus ocho hermanos y un gran grupo de guerreros de uno de los treinta y seis barcos milesios que llegaron a la bahía de Ballinskelligs, en algún momento alrededor de Beltaine, [principios de mayo] durante la edad de bronce. La mitología venacular hace de éste el primer poema pronunciado en lengua irlandesa.

www.sundials-ireland.com/kerry/Waterville.htm

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Haiku 1...

Reptan despacio

caracoles fakires

sobre los cardos.

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Amor Eterno, de Gustavo Adolfo Becquer

“Podrá nublarse el sol eternamente;

Podrá secarse en un instante el mar;

Podrá romperse el eje de la tierra

Como un débil cristal.

¡todo sucederá! Podrá la muerte

Cubrirme con su fúnebre crespón;

Pero jamás en mí podrá apagarse

La llama de tu amor.”

Becquer

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2 poemas breves de amor y desamor (Bécquer)

Los suspiros son aire y van al aire

¡Los suspiros son aire y van al aire!

¡Las lágrimas son agua y van al mar!

Dime, mujer: cuando el amor se olvida,

¿sabes tú a dónde va?

Rima XXIII

Por una mirada, un mundo,

por una sonrisa, un cielo,

por un beso... yo no sé

qué te diera por un beso.

He puesto dos porque uno se hacia como corto, pero ambos preciosos :|

Gustavo Adolfo Bécquer

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Año Nuevo

¿Y qué quieres que te traiga el año venidero?

Nada, no quiero que me traiga nada, lo único que quiero es que no se lleve…

Que no se lleve lo que ya tengo,

que no se lleve el techo que nos cobija,

el plato que nos alimenta,

la manta que nos abriga,

la luz que nos ilumina,

la sonrisa de mis hijos,

la salud como tesoro,

el trabajo como sustento,

la amistad, la compañía,

los abrazos,

las caricias,

los “te quiero”

los “te amo”

los besos…

que no se lleve los sueños

ni los trocitos del corazón

que lo forman cada persona

que llevo ahí dentro.

Anónimo ( fragmento de una oración portuguesa)

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Ande yo caliente

Ande yo caliente,

y ríase la gente.

Traten otros del gobierno

del mundo y sus monarquías,

mientras gobiernan mis días

mantequillas y pan tierno,

y las mañana de invierno

naranjada y aguardiente,

y ríase la gente.

Coma en dorada vajilla

el príncipe mil cuidados

como píldoras dorados,

que yo en mi pobre mesilla

quiero más una morcilla

que en el asador reviente,

y ríase la gente.

Cuando cubra las montañas

de plata y nieve el enero,

tenga yo lleno el brasero

de bellotas y castañas,

y quien las dulces patrañas

del rey que rabió me cuente,

y ríase la gente.

Busque muy en hora buena

el mercader nuevos soles;

yo conchas y caracoles

entre la menuda arena,

escuchando a Filomena

sobre el chopo de la fuente,

y ríase la gente.

Pase a media noche el mar

y arda en amorosa llama

Leandro por ver su dama;

que yo más quiero pasar

de Yepes a Madrigar

la regalada corriente,

y ríase la gente.

Pues Amor es tan cruel,

que de Píramo y su amada

hace tálamo una espada,

do se junten ella y él,

sea mi Tisbe un pastel,

y la espada sea mi diente,

y ríase la gente.

Luís de Góngora y Argote

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Haiku 5...

Sé coherente

como cualquier condena

equivocada.

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A la sombra de mi sombra

A la sombra de mi sombra

me estoy haciendo un sombrero;

sombrero de largas pajas

que he recogido del suelo.

Lo haré con el ala ancha,

que casi llegue hasta el cielo

pa' muchas veces no ver

las cosas que ver no quiero.

No quiero ver injusticias ni miserias;

no quiero ver militares ni princesas;

no quiero ver dictaduras ni pobrezas;

no quier ver religiones ricas, ni reinas.

Que sólo quiero yo ver a los pobres sin miseria;

a los ricos sin dinero desnudos en esta tierra;

a infinitos corazones unidos por el amor

y unidos contra la guerra.

A la sombra de mi sombra

me estoy haciendo un sombrero

pero voy a dejar de hacerlo

para luchar con dos güevos.

Manolo Chinato

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Niño yuntero (Migue Hernández)

Carne de yugo, ha nacido

más humillado que bello,

con el cuello perseguido

por el yugo para el cuello.

Nace, como la herramienta,

a los golpes destinado,

de una tierra descontenta

y un insatisfecho arado.

Entre estiércol puro y vivo

de vacas, trae a la vida

un alma color de olivo

vieja ya y encallecida.

Empieza a vivir, y empieza

a morir de punta a punta

levantando la corteza

de su madre con la yunta.

Empieza a sentir, y siente

la vida como una guerra

y a dar fatigosamente

en los huesos de la tierra.

Contar sus años no sabe,

y ya sabe que el sudor

es una corona grave

de sal para el labrador.

Trabaja, y mientras trabaja

masculinamente serio,

se unge de lluvia y se alhaja

de carne de cementerio.

A fuerza de golpes, fuerte,

y a fuerza de sol, bruñido,

con una ambición de muerte

despedaza un pan reñido.

Cada nuevo día es

más raíz, menos criatura,

que escucha bajo sus pies

la voz de la sepultura.

Y como raíz se hunde

en la tierra lentamente

para que la tierra inunde

de paz y panes su frente.

Me duele este niño hambriento

como una grandiosa espina,

y su vivir ceniciento

resuelve mi alma de encina.

Lo veo arar los rastrojos,

y devorar un mendrugo,

y declarar con los ojos

que por qué es carne de yugo.

Me da su arado en el pecho,

y su vida en la garganta,

y sufro viendo el barbecho

tan grande bajo su planta.

¿Quién salvará a este chiquillo

menor que un grano de avena?

¿De dónde saldrá el martillo

verdugo de esta cadena?

Que salga del corazón

de los hombres jornaleros,

que antes de ser hombres son

y han sido niños yunteros.

En su memoria... Tu vives, de tus asesinos no quedará ni el nombre

Pafman

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Los heraldos negros

Hay golpes en la vida, tan fuertes ¡Yo no sé!

Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,

la resaca de todo lo sufrido

se empozara en el alma ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son Abren zanjas oscuras

en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.

Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;

o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma,

de alguna fe adorable que el Destino blasfema.

Esos golpes sangrientos son las crepitaciones

de algún pan que en la puerta del horno se nos quema

Y el hombre Pobre ¡pobre! Vuelve los ojos, como

cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;

vuelve los ojos locos, y todo lo vivido

se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes ¡Yo no sé!

César Vallejo,

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Hoy pregunta tú a la esfinge

Hoy pregunta tú a la esfinge

y no sigas más su juego,

hazte dueño del misterio

que no tiene más arcano

que el lodo con que se oculta,

que no guarda más secreto

que esos posos cenicientos

con olor a columbario

arrumbado en un desván.

Hoy pregunta tú a la esfinge,

pregúntale a dónde van

los pedestales sin nombre

devorados por el musgo,

los airosos frontispicios

orografiados de grietas,

las lápidas funerarias

que conservan sus plegarias

en solemnes inscripciones

que ni el cantero leyó.

Pregunta al bajorrelieve

si no conoce ese juego

de la imagen que es ausencia,

de la letra que se forma

donde ha faltado la piedra,

de la palabra que brota

donde nada importa ya.

Hoy pregunta tú a la esfinge:

que te cuente qué se hicieron

los diplomas y las leyes,

las actas de los concilios

y las charlas de café,

pregúntale dónde fueron

los amigos de la infancia,

dónde huyeron los carteros,

los sargentos, los bedeles,

las hormigas que peleaban

en un frasco de pastillas,

las llaves, las rebeldías,

las flores, los oropeles

de tanto disfraz de rico,

dónde escaparon las tardes

haciendo caligrafía

sobre cuadernos pautados

de blanca inutilidad, 

en qué pararon los libros,

los aplausos, los congresos,

las carreras, los afanes,

las verbenas, los diplomas

y los barcos de papel.

Hoy pregunta tú a la esfinge

y sabrás que los enigmas

son escudos, son murallas

para ocultar la tristeza

de ser un cero a la izquierda,

un acento circunflejo

en la mirada de un ibis,

un signo interrogativo

de una frase desertora,

abandonada en un punto

suspensivo por de más.

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Ante el otro

Y era todo simpatía. 

Todo amigos guapos, 

bien peinados, 

relucientes en sus trajes de domingo. 

Era todo admiración, 

cuidadosa sensatez, 

cortesía repetida 

en mil parecidos lances, 

cortesía que de usada 

entre bostezos aflora, 

cortesía funcional

y funcionaria 

que a la postre le funciona. 

Era todo urbanidad, 

correcta moderación, 

templanza bien fundida 

en moldes de indiferencia, 

mesura recalculada 

en hastío mercenario 

que a cualquier doblez se pliega, 

que todo lo tolera 

porque todo lo desprecia, 

inaccesible a la irritación 

porque el mundo le es ajeno. 

Era todo blandura y comedimiento,

que si auténtico resultaba repulsivo, 

si ensayado, viperino.

Eran todos,

uno a uno, 

lo que nosotros no somos, 

y esa luz que no sabemos

si es fulgor de hoguera

o fosforescencia de podredumbre 

cautivó a la que nos mira 

como escombros de otro tiempo, 

como restos prescindibles 

de una niñez lejana 

vestida con la ropa 

de los hermanos mayores, 

disgustada con el ostensible deterioro

de las caricias y los juguetes, 

cautiva tras los barrotes 

que otras manos envidiadas 

trazaron en los libros 

que atestaban la mochila. 

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Recién llegado de Diuze, Guillaume Apollinaire

Recién llegado de Diuze, Guillaume Apollinaire

Hermosa fusión de poesía, grafiti, música y pintura

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Haiku 9. Paracaídas

Paracaídas

abiertos sobre la luna:

muerte de pluma

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Soneto LXXXV

Quien dice que la ausencia causa olvido

merece ser de todos olvidado.

El verdadero y firme enamorado

está, cuando está ausente, más perdido.

Aviva la memoria su sentido;

la soledad levanta su cuidado;

hallarse de su bien tan apartado

hace su desear más encendido.

No sanan las heridas en él dadas,

aunque cese el mirar que las causó,

si quedan en el alma confirmadas,

que si uno está con muchas cuchilladas,

porque huya de quien lo acuchilló

no por eso serán mejor curadas.

Juan Boscán

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Haiku 8...

Cómo disfrutan

en un bando y en otro

los asesinos.

Mario Benedetti (Rincón de haikus)

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Por ti...

Por ti temo yo a la muerte, 

por ti tengo miedo yo, 

por ti creo en la serpiente, 

por ti en la resurrección.

Por ti busco la ocasión

de derrotar lo evidente, 

por ti levanto la frente

ante tanta estupidez,

por ti fui ciego una vez,

por ti voy a serlo un ciento,

por ti mantengo el aliento,

por ti soporto la sed.

Por ti escribo estas chorradas

al final de mis jornadas

de grisalla y sordidez.

Por ti volveré a ser pez

en la pecera de Judas,

por ti disuelvo las dudas

y las convierto en certezas,

por ti se vuelven cerezas

los guijarros del camino.

Por ti me importa un comino

la decencia y la honradez.

Por ti cuento yo hasta diez

cuando me hablan del destino,

por ti me volví adivino

y hasta me haré nigromante,

por ti dejaré hasta el vino:

contigo tengo bastante.

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La canción de Aengus el vagabundo, W. B. Yeats

La canción de Aengus el vagabundo, W. B. Yeats

Eché a andar por el bosque de avellanos

porque sentía un fuego en la cabeza,

y corté y descortecé una rama

y le até una baya con un hilo;

y cuando echaron a volar mariposas blancas

y se alejaron como estrellas titilantes,

la dejé caer en un arroyo

y pesqué una pequeña trucha plateada.

Tras haberla dejado en el suelo

fui a avivar con mi aliento la llama,

pero algo crujió en el suelo

mientras alguien pronunciaba mi nombre.

Se había convertido en una joven resplandeciente,

y con flores de manzano en el cabello,

que me llamó por mi nombre y echó a correr

perdiéndose en el aire destellante.

Aunque envejezca en mis vagabundeos

por hondonadas y colinas,

alguna vez volveré a encontrarla,

y tomándola de las manos, la besaré en los labios,

y caminaremos entre largas hierbas multicolores,

y cosecharé hasta el final del tiempo

las plateadas manzanas de la Luna

y las manzanas doradas del Sol.

Angelo Branduardi - La canzone di Aengus, il vagabondo

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Haiku de la siesta

La hamaca te mece

La higuera se mueve

Tu cabeza gira y gira

Arariel

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Poema - Querría no dessearos

Querría no dessearos

y dessear no quereros,

mas, si me aparto de veros,

tanto me pena dexaros

que me olvido de olvidaros.

Si os demando galardón

en pago de mis servicios,

daysme vos por beneficios

pena, dolor y passión,

por más desconsolación.

Y no puedo desamaros

aunque me aparto de veros,

que si pienso en no quereros

tanto me pena dexaros

que me olvido de olvidaros.

Juan del Encina

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Peligros de Invierno (Gioconda Belli)

Este invierno está llevando todo lo que fuimos.

Cada día despierto arrebujándome,

arrebujándome contra tu espalda,

tocándote

para saber que no te has ido con el agua

sonrío y me pregunto si mañana, si pronto,

si algún día de estos,

el llanto sucederá a la lluvia

y el invierno también se meterá en la casa

y no habrá mueble, estante, cortinera,

donde no lave el agua los colores

y nos mojemos todos entre chocorrones y despedidas.

Por eso en las mañanas

bebo la luz en mis pulmones,

abro todas las puertas,

pinto amarillas las risas de las casas,

doy vueltas tenaz a los girasoles,

me prendo el sol en medio de los pechos

y salgo a tocarte, a escribirte,

a decir que no, que no hay cauce que se lleve mi amor

ni aguacero ni ciclón ni viento lacerante

que arranque tu nombre de esta piel

miel de tus días largos.

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Atardeció sin ti

Atardeció sin ti. De los cipreses...

a las torres, sin ti me estremecía.

Qué desgana esperar un nuevo día

sin que me abraces y sin que me beses.

A fuerza de tropiezos y reveses

la piel de la esperanza se me enfría.

Qué agonía ocultarte mi agonía,

y qué resurrección si me entendieses.

Atardeció sin ti. Seguro y lento,

el sol se derrumbó, limón maduro,

y a solas recibí su último aliento.

Quién me viera caer, lento y seguro,

sin más calor ni más resurgimiento,

gris el alma y frustrada entre lo oscuro.

Antonio Gala

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Llanto por Ignacio Sánchez Mejías (1935)

A las cinco de la tarde.

Eran las cinco en punto de la tarde.

Un niño trajo la blanca sábana

a las cinco de la tarde.

Una espuerta de cal ya prevenida

a las cinco de la tarde.

Lo demás era muerte y sólo muerte

a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones

a las cinco de la tarde.

Y el óxido sembró cristal y níquel

a las cinco de la tarde.

Ya luchan la paloma y el leopardo

a las cinco de la tarde.

Y un muslo con un asta desolada

a las cinco de la tarde.

Comenzaron los sones del bordón

a las cinco de la tarde.

Las campanas de arsénico y el humo

a las cinco de la tarde.

En las esquinas grupos de silencio

a las cinco de la tarde.

¡ Y el toro solo corazón arriba !

a las cinco de la tarde.

Cuando el sudor de nieve fue llegando

a las cinco de la tarde,

cuando la plaza se cubrió de yodo

a las cinco de la tarde,

la muerte puso huevos en la herida

a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.

A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama

a las cinco de la tarde.

Huesos y flautas suenan en su oído

a las cinco de la tarde.

El toro ya mugía por su frente

a las cinco de la tarde.

El cuarto se irisaba de agonía

a las cinco de la tarde.

A lo lejos ya viene la gangrena

a las cinco de la tarde.

Trompa de lirio por las verdes ingles

a las cinco de la tarde.

Las heridas quemaban como soles

a las cinco de la tarde,

y el gentío rompía las ventanas

a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.

¡ Ay qué terribles cinco de la tarde !

¡ Eran las cinco en todos los relojes !

¡ Eran las cinco en sombra de la tarde !

F.G Lorca

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Haiku 7....

Frontera plena

de contrabando:

la de la edad.

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La renuncia

He renunciado a ti. No era posible

Fueron vapores de la fantasía;

son ficciones que a veces dan a lo inaccesible

una proximidad de lejanía.

 Yo me quedé mirando cómo el río se iba

poniendo encinta de la estrella...

hundí mis manos locas hacia ella

y supe que la estrella estaba arriba...

He renunciado a ti, serenamente,

como renuncia a Dios el delincuente;

he renunciado a ti como el mendigo

que no se deja ver del viejo amigo;

Como el que ve partir grandes navíos

como rumbo hacia imposibles y ansiados continentes;

como el perro que apaga sus amorosos bríos

cuando hay un perro grande que le enseña los dientes;

Como el marino que renuncia al puerto

y el buque errante que renuncia al faro

y como el ciego junto al libro abierto

y el niño pobre ante el juguete caro.

He renunciado a ti, como renuncia

el loco a la palabra que su boca pronuncia;

como esos granujillas otoñales,

con los ojos estáticos y las manos vacías,

que empañan su renuncia,

soplando los cristales

en los escaparates de las confiterías...

He renunciado a ti, y a cada instante

renunciamos un poco de lo que antes quisimos

y al final, !cuántas veces el anhelo menguante

pide un pedazo de lo que antes fuimos!

Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo.

Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño;

desbaratando encajes regresaré hasta el hilo.

La renuncia es el viaje de regreso del sueño...

Andrés Eloy Blanco (Venezuela, 1896 - 1955)

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