Soy el viento en el mar;
Soy la ola del océano;
Soy el toro de siete batallas;
Soy el águila en la roca;
Soy un destello del sol;
Soy la más bella de las plantas;
Soy un fuerte jabalí;
Soy un salmón en el agua;
Soy un lago en la llanura;
Soy una cima fortificada;
Soy la palabra del conocimiento;
Soy la cabeza de la lanza en batalla;
Soy el dios...
... que pone fuego en la cabeza;
... que suaviza la montaña pedregosa;
... que puede decir las edades de la luna;
... que que proclama dónde descansará el sol;
... a quién sonríen esas olas;
... que afila espadas en una fortaleza asolada por la peste;
Lamento de las armas... Lamento del viento.
En algún momento del siglo XII, en algún lugar de Irlanda, un escriba, que escribía en irlandés, incluyó un poema del siglo IX en su manuscrito Lebor Gabála Érenn [El libro de las invasiones], una historia de Irlanda y los irlandeses desde la creación del mundo hasta la Edad Media. El poema, ahora conocido como "La canción de Amergin", es una estrofa de veinte versos sin rima en una forma poética del irlandés antiguo que utiliza la aliteración y la métrica conocida como "rosc". Amergin, el líder de la invasión milesia, recita espontáneamente este poema mientras vadea la orilla con sus ocho hermanos y un gran grupo de guerreros de uno de los treinta y seis barcos milesios que llegaron a la bahía de Ballinskelligs, en algún momento alrededor de Beltaine, [principios de mayo] durante la edad de bronce. La mitología venacular hace de éste el primer poema pronunciado en lengua irlandesa.
Reptan despacio
caracoles fakires
sobre los cardos.
Después de algún tiempo aprenderás la diferencia
entre dar la mano y socorrer un alma.
Y aprenderás que amar no significa apoyarse,
y que compañía no siempre significa seguridad.
Comenzaras a aprender que los besos no son contratos, ni regalos, ni promesas…
Comenzaras a aceptar tus derrotas con la cabeza erguida y la mirada al frente,
con la gracia de un adulto y no con la tristeza de un niño.
Y aprenderás a construir hoy tus caminos,
porque el terreno de mañana es incierto para los proyectos,
y el futuro tiene la costumbre de caer al vacío.
Después de un tiempo aprenderás que el sol quema si te expones demasiado…
Aceptarás que incluso las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitaras perdonarlas…
Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma…
Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla.,
Y que tú también podrías hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de tu vida.
Aprenderás que las verdaderas amistades continúan creciendo a pesar de las distancias.
Y que no importa que es lo que tienes, sino a quien tienes en la vida.
Y que los buenos amigos son la familia que nos permitimos elegir.
Aprenderás que no tenemos que cambiar de amigos,
si estamos dispuestos a aceptar que los amigos cambian.
Te darás cuenta que puedes pasar buenos momentos con tu mejor amigo
haciendo cualquier cosa o nada, solo por el placer de disfrutar su compañía…
Descubrirás que muchas veces tomas a la ligera a las personas que más te importan
y por eso debemos decir a esas personas que las amamos,
porque nunca estaremos seguros de cuando será la ultima vez que las veamos.
Aprenderás que las circunstancias y el ambiente que nos rodea, tienen influencia sobre nosotros,
pero somos nosotros los únicos responsables de lo que hacemos.
Comenzaras a aprender que no nos debemos comparar con los demás,
salvo cuando queramos imitarlos para mejorar.
Descubrirás que lleva mucho tiempo el llegar a ser la persona que quieres ser,
y que el tiempo es corto.
Aprenderás que no importa adonde llegaste, sino donde te diriges y no lo sabes,
cualquier lugar sirve…
Aprenderás que si no controlas tus actos, ellos te controlaran.
Que ser flexible no significa ser débil o no tener personalidad,
porque no importa cuán delicada y frágil sea una situación: siempre existen dos lados.
Aprenderás que héroes son las personas que hicieron lo que era necesario,
enfrentando las consecuencias.
Aprenderás que la paciencia requiere mucha práctica…
Descubrirás que algunas veces, la persona que esperas que te patee cuando caigas,
tal vez sea una de las pocas que te ayuden a levantarte.
Madurar tiene más que ver con lo que has aprendido,
de las experiencias, que con los años vividos.
Aprenderás que hay mucho más de tus padres en ti de lo que supones…
Aprenderás que nunca se debe decir a un niño que sus sueños son tonterías,
porque pocas cosas son tan humillantes y sería una tragedia si se lo creyese,
porque le estarías quitando la esperanza…
Aprenderás que cuando sientes rabia tienes derecho a tenerla,
pero eso no te da el derecho de ser cruel.
Descubrirás que solo porque alguien no te ama de la forma que quieres,
no significa que no te ame con todo lo que puede,
porque hay personas que nos aman pero no saben cómo demostrarlo…
No siempre es suficiente ser perdonado por alguien,
algunas veces tendrás que aprender a perdonarte a ti mismo…
Aprenderás que con la misma severidad con la que juzgas.
también serás juzgado y en algún momento condenado…
Aprenderás que no importa en cuantos pedazos tu corazón se partió,
el mundo no se detiene para que lo arregles…
Aprenderás que el tiempo no es algo que pueda volver hacia atrás,
por lo tanto, debes cultivar tu propio jardín y decorar tu alma,
en vez de esperar que alguien te traiga flores.
Entonces sabrás que realmente puedes soportar, que eres fuerte,
Y que podrás ir mucho más lejos de lo que pensabas
cuando creías que no se podía más…
¡La vida vale cuando tienes el valor de enfrentarla!
..William Shakespeare.
“Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.”
Becquer
Si me quieres, quiéreme entera,
no por zonas de luz o sombra…
si me quieres, quiéreme negra
y blanca. Y gris, y verde, y rubia,
quiéreme día,
quiéreme noche…
¡Y madrugada en la ventana abierta!
Si me quieres, no me recortes:
¡quiéreme toda… o no me quieras!
Desde que no puedo verte
siento la perdida
de un mundo atormentado
de suelos llenos de flores
que me recuerdan la muerte,
una soledad sentida
de un silencio amado
porque ya no me quieres.
Pero no importa
porque siento más amor
aunque no sea para ti.
(ContinuumST. 1995.)
Entre mi amor y yo han de levantarse
trescientas noches como trescientas paredes
y el mar será una magia entre nosotros.
No habrá sino recuerdos.
Oh tardes merecidas por la pena,
noches esperanzadas de mirarte,
campos de mi camino, firmamento
que estoy viendo y perdiendo...
Definitiva como un mármol
entristecerá tu ausencia otras tardes.
Jorge Luis Borges
¡Los suspiros son aire y van al aire!
¡Las lágrimas son agua y van al mar!
Dime, mujer: cuando el amor se olvida,
¿sabes tú a dónde va?
Por una mirada, un mundo,
por una sonrisa, un cielo,
por un beso... yo no sé
qué te diera por un beso.
He puesto dos porque uno se hacia como corto, pero ambos preciosos :|
Gustavo Adolfo Bécquer
Vicente Huidobro fue un escritor chileno creador de una vanguardia literaria llamada creacionismo. Incluso antes de Apollinaire, Huidobro ya había realizado algunos caligramas. Triángulo armónico es uno de los caligramas más conocidos del autor.
Dulce soñar y dulce congojarme,
cuando estaba soñando que soñaba;
dulce gozar con lo que me engañaba,
si un poco más durara el engañarme.
Dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba
que alguna vez llegaba a despertarme.
¡Oh sueño, cuánto más leve y sabroso
me fueras, si vinieras tan pesado,
que asentaras en mí con más reposo!
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado,
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.
Juan Boscán
¿Y qué quieres que te traiga el año venidero?
Nada, no quiero que me traiga nada, lo único que quiero es que no se lleve…
Que no se lleve lo que ya tengo,
que no se lleve el techo que nos cobija,
el plato que nos alimenta,
la manta que nos abriga,
la luz que nos ilumina,
la sonrisa de mis hijos,
la salud como tesoro,
el trabajo como sustento,
la amistad, la compañía,
los abrazos,
las caricias,
los “te quiero”
los “te amo”
los besos…
que no se lleve los sueños
ni los trocitos del corazón
que lo forman cada persona
que llevo ahí dentro.
Anónimo ( fragmento de una oración portuguesa)
Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla,
y un huerto claro donde madura el limonero;
mi juventud, veinte años en tierra de Castilla;
mi historia, algunos casos que recordar no quiero.
Ni un seductor Mañara, ni un Bradomín he sido,
-ya conocéis mi torpe aliño indumentario-
mas recibí la flecha que me asignó Cupido,
y amé cuanto ellas pueden tener de hospitalario.
Hay en mis venas gotas de sangre jacobina;
pero mi verso brota de manantial sereno;
y, más que un hombre al uso que sabe su doctrina,
soy, en el buen sentido de la palabra, bueno.
Adoro la hermosura, y en la moderna estética
corté las viejas rosas del huerto de Ronsard;
mas no amo los afeites de la actual cosmética,
ni soy un ave de esas del nuevo gay-trinar.
Desdeño las romanzas de los tenores huecos
y el coro de los grillos que cantan á la luna.
A distinguir me paro las voces de los ecos,
y escucho solamente entre las voces, una.
¿Soy clásico ó romántico? No sé. Dejar quisiera
mi verso, como deja el capitán su espada,
famosa por la mano viril que la blandiera,
no por el docto oficio del forjador preciada.
Converso con el hombre que siempre va conmigo;
-quien habla solo, espera hablar á Dios un día-
mi soliloquio es plática con este buen amigo
que me enseñó el secreto de la filantropía.
Y al cabo, nada os debo; debéisme cuanto he escrito.
A mi trabajo acudo, con mi dinero pago
el traje que me cubre y la mansión que habito,
el pan que me alimenta y el lecho en donde yago.
Y cuando llegue el día del último viaje
y esté al partir la nave que nunca ha de tornar,
me encontraréis á bordo, ligero de equipaje,
casi desnudo, como los hijos de la mar.
Antonio Machado
Sé coherente
como cualquier condena
equivocada.
A la sombra de mi sombra
me estoy haciendo un sombrero;
sombrero de largas pajas
que he recogido del suelo.
Lo haré con el ala ancha,
que casi llegue hasta el cielo
pa' muchas veces no ver
las cosas que ver no quiero.
No quiero ver injusticias ni miserias;
no quiero ver militares ni princesas;
no quiero ver dictaduras ni pobrezas;
no quier ver religiones ricas, ni reinas.
Que sólo quiero yo ver a los pobres sin miseria;
a los ricos sin dinero desnudos en esta tierra;
a infinitos corazones unidos por el amor
y unidos contra la guerra.
A la sombra de mi sombra
me estoy haciendo un sombrero
pero voy a dejar de hacerlo
para luchar con dos güevos.
Manolo Chinato
Carne de yugo, ha nacido
más humillado que bello,
con el cuello perseguido
por el yugo para el cuello.
Nace, como la herramienta,
a los golpes destinado,
de una tierra descontenta
y un insatisfecho arado.
Entre estiércol puro y vivo
de vacas, trae a la vida
un alma color de olivo
vieja ya y encallecida.
Empieza a vivir, y empieza
a morir de punta a punta
levantando la corteza
de su madre con la yunta.
Empieza a sentir, y siente
la vida como una guerra
y a dar fatigosamente
en los huesos de la tierra.
Contar sus años no sabe,
y ya sabe que el sudor
es una corona grave
de sal para el labrador.
Trabaja, y mientras trabaja
masculinamente serio,
se unge de lluvia y se alhaja
de carne de cementerio.
A fuerza de golpes, fuerte,
y a fuerza de sol, bruñido,
con una ambición de muerte
despedaza un pan reñido.
Cada nuevo día es
más raíz, menos criatura,
que escucha bajo sus pies
la voz de la sepultura.
Y como raíz se hunde
en la tierra lentamente
para que la tierra inunde
de paz y panes su frente.
Me duele este niño hambriento
como una grandiosa espina,
y su vivir ceniciento
resuelve mi alma de encina.
Lo veo arar los rastrojos,
y devorar un mendrugo,
y declarar con los ojos
que por qué es carne de yugo.
Me da su arado en el pecho,
y su vida en la garganta,
y sufro viendo el barbecho
tan grande bajo su planta.
¿Quién salvará a este chiquillo
menor que un grano de avena?
¿De dónde saldrá el martillo
verdugo de esta cadena?
Que salga del corazón
de los hombres jornaleros,
que antes de ser hombres son
y han sido niños yunteros.
En su memoria... Tu vives, de tus asesinos no quedará ni el nombre
Pafman
En las plazas
los niños juegan
y los viejos hacen un alto
en su peregrinar hasta la hora
del almuerzo.
es una imagen
urbana, agradable,
que, dependiente
del día que tengas,
el tiempo
-con su didactismo barato-
ensucia
a veces
con una sombra
de melancolía:
¡pasa tan rápido la vida!
en estos casos
-como si te conociesen-
aparecen
los gorriones
con su traje
de hace siglos
y sus escaramuzas
entre sus zapatos,
y tiran
otra vez de ti
hacia la luz.
Karmelo C. Iribarren
Hoy pregunta tú a la esfinge
y no sigas más su juego,
hazte dueño del misterio
que no tiene más arcano
que el lodo con que se oculta,
que no guarda más secreto
que esos posos cenicientos
con olor a columbario
arrumbado en un desván.
Hoy pregunta tú a la esfinge,
pregúntale a dónde van
los pedestales sin nombre
devorados por el musgo,
los airosos frontispicios
orografiados de grietas,
las lápidas funerarias
que conservan sus plegarias
en solemnes inscripciones
que ni el cantero leyó.
Pregunta al bajorrelieve
si no conoce ese juego
de la imagen que es ausencia,
de la letra que se forma
donde ha faltado la piedra,
de la palabra que brota
donde nada importa ya.
Hoy pregunta tú a la esfinge:
que te cuente qué se hicieron
los diplomas y las leyes,
las actas de los concilios
y las charlas de café,
pregúntale dónde fueron
los amigos de la infancia,
dónde huyeron los carteros,
los sargentos, los bedeles,
las hormigas que peleaban
en un frasco de pastillas,
las llaves, las rebeldías,
las flores, los oropeles
de tanto disfraz de rico,
dónde escaparon las tardes
haciendo caligrafía
sobre cuadernos pautados
de blanca inutilidad,
en qué pararon los libros,
los aplausos, los congresos,
las carreras, los afanes,
las verbenas, los diplomas
y los barcos de papel.
Hoy pregunta tú a la esfinge
y sabrás que los enigmas
son escudos, son murallas
para ocultar la tristeza
de ser un cero a la izquierda,
un acento circunflejo
en la mirada de un ibis,
un signo interrogativo
de una frase desertora,
abandonada en un punto
suspensivo por de más.
Hermosa fusión de poesía, grafiti, música y pintura
Hay golpes en la vida, tan fuertes ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma ¡Yo no sé!
Son pocos; pero son Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.
Son las caídas hondas de los Cristos del alma,
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema
Y el hombre Pobre ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.
Hay golpes en la vida, tan fuertes ¡Yo no sé!
César Vallejo,
Y era todo simpatía.
Todo amigos guapos,
bien peinados,
relucientes en sus trajes de domingo.
Era todo admiración,
cuidadosa sensatez,
cortesía repetida
en mil parecidos lances,
cortesía que de usada
entre bostezos aflora,
cortesía funcional
y funcionaria
que a la postre le funciona.
Era todo urbanidad,
correcta moderación,
templanza bien fundida
en moldes de indiferencia,
mesura recalculada
en hastío mercenario
que a cualquier doblez se pliega,
que todo lo tolera
porque todo lo desprecia,
inaccesible a la irritación
porque el mundo le es ajeno.
Era todo blandura y comedimiento,
que si auténtico resultaba repulsivo,
si ensayado, viperino.
Eran todos,
uno a uno,
lo que nosotros no somos,
y esa luz que no sabemos
si es fulgor de hoguera
o fosforescencia de podredumbre
cautivó a la que nos mira
como escombros de otro tiempo,
como restos prescindibles
de una niñez lejana
vestida con la ropa
de los hermanos mayores,
disgustada con el ostensible deterioro
de las caricias y los juguetes,
cautiva tras los barrotes
que otras manos envidiadas
trazaron en los libros
que atestaban la mochila.
Paracaídas
abiertos sobre la luna:
muerte de pluma
Quien dice que la ausencia causa olvido
merece ser de todos olvidado.
El verdadero y firme enamorado
está, cuando está ausente, más perdido.
Aviva la memoria su sentido;
la soledad levanta su cuidado;
hallarse de su bien tan apartado
hace su desear más encendido.
No sanan las heridas en él dadas,
aunque cese el mirar que las causó,
si quedan en el alma confirmadas,
que si uno está con muchas cuchilladas,
porque huya de quien lo acuchilló
no por eso serán mejor curadas.
Eché a andar por el bosque de avellanos
porque sentía un fuego en la cabeza,
y corté y descortecé una rama
y le até una baya con un hilo;
y cuando echaron a volar mariposas blancas
y se alejaron como estrellas titilantes,
la dejé caer en un arroyo
y pesqué una pequeña trucha plateada.
Tras haberla dejado en el suelo
fui a avivar con mi aliento la llama,
pero algo crujió en el suelo
mientras alguien pronunciaba mi nombre.
Se había convertido en una joven resplandeciente,
y con flores de manzano en el cabello,
que me llamó por mi nombre y echó a correr
perdiéndose en el aire destellante.
Aunque envejezca en mis vagabundeos
por hondonadas y colinas,
alguna vez volveré a encontrarla,
y tomándola de las manos, la besaré en los labios,
y caminaremos entre largas hierbas multicolores,
y cosecharé hasta el final del tiempo
las plateadas manzanas de la Luna
y las manzanas doradas del Sol.
Cómo disfrutan
en un bando y en otro
los asesinos.
Mario Benedetti (Rincón de haikus)
Por ti temo yo a la muerte,
por ti tengo miedo yo,
por ti creo en la serpiente,
por ti en la resurrección.
Por ti busco la ocasión
de derrotar lo evidente,
por ti levanto la frente
ante tanta estupidez,
por ti fui ciego una vez,
por ti voy a serlo un ciento,
por ti mantengo el aliento,
por ti soporto la sed.
Por ti escribo estas chorradas
al final de mis jornadas
de grisalla y sordidez.
Por ti volveré a ser pez
en la pecera de Judas,
por ti disuelvo las dudas
y las convierto en certezas,
por ti se vuelven cerezas
los guijarros del camino.
Por ti me importa un comino
la decencia y la honradez.
Por ti cuento yo hasta diez
cuando me hablan del destino,
por ti me volví adivino
y hasta me haré nigromante,
por ti dejaré hasta el vino:
contigo tengo bastante.
menéame