Más allá de la polémica generada, el encuentro entre ellos dos fue bastante incómodo. Una conversación entrecortada y con saltos de tema tan rápidos que dieron como resultado una entrevista insulsa. Se notaba que Pablo no tenía muchas ganas de estar allí, por mucha audiencia que estuviese consiguiendo. Y no le culpo, porque estar 45 minutos sentado enfrente de Abascal escuchando su discurso político tiene que ser, como mínimo, inquietante.
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