“Bajando por los anchos bulevares había filas de coches de lujo, pero, aparte de ellos, las aceras están vacías, porque nadie camina por las calles”. Las únicas personas que había en el exterior eran ella, su pareja, y trabajadores de construcción. Según un camarero a quien se acercó a preguntar si nadie da paseos en la ciudad, le respondió que “¿para qué caminar si se puede conducir?”. En su visita a un mercado tradicional con calles y callejones del siglo XIX: “han sido tan modernizados que parecen una especie de Disneylandia esterilizada".