A finales de los años sesenta, y comienzos de los años setenta, la imagen que se tenía de los diésel no era ni tan siquiera comparable a la que ahora la opinión pública tiene del gasóleo y, por ende, de los motores diésel. Las posteriores crisis del petróleo no harían otra cosa que acelerar la introducción del gasóleo en Europa, a diferencia de lo que sucedía en otros mercados, como Estados Unidos. Y el éxito que en última instancia alcanzaría el diésel tendría mucho que ver, primero, por los esfuerzos de la industria europea para desarrollar la tecnología de sus motores de gasóleo y, segundo, por prototipos que como el Opel GT diésel de los récord de 1972 sirvieron de banco de pruebas de la tecnología, y para mostrar de qué eran capaces estos motores.