Al comienzo, este proyecto del Grupo Perana Performance resultó muy ambicioso. Las 999 unidades previstas no eran pocas para un coche prácticamente desconocido. Además, el objetivo era lograr que el precio por ejemplar no superara los 50.000 dólares.
Bajo esta premisa, se desarrolló un chasis sencillo, recubierto por una carrocería de fibra de vidrio, que alcanzaba 4,41 metros de longitud y 1,92 de anchura.
En total, el Perana Z-One tan solo sumaba 1.195 kilos en la báscula, con un reparto perfecto del peso: el 50% para cada eje. Para propulsar este vehículo, se eligió el motor 6.2 V8, de aspiración atmosférica y origen Chevrolet, con 446 CV.
Todo parecía ir bien encaminado, pero la compañía africana se quedó sin fondos, lo que supuso la sentencia de muerte de un vehículo, que resultó aún más exclusivo de lo que inicialmente se preveía.