Greta Thunberg ha cambiado en los últimos meses; ya no es la chica ingenua e inocente que clama que el emperador va desnudo; ahora es un demonio sonriente y agresivo de lengua afilada. Pero su mensaje sigue siendo el mismo, simple y repetido. Hay que recordar aquí el maravilloso texto de Kierkegaard, "Sobre la diferencia entre el genio y el apóstol"
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