En muchos lugares de trabajo, a menudo nos faltan los rituales y espacios para terminar proyectos y cargos. No hablamos de "sufrir en un partido", como suelen hacer los futbolistas cuando describen sus esfuerzos. Premiamos las emociones activas como la alegría, la felicidad y el entusiasmo, o incluso la frustración y la ira, siempre y cuando nos mantengan activos. Reducimos el amor a "amar lo que hace y hacer lo que ama", pero no dejamos mucho espacio para esas horas o días en los que el amor rompe nuestros corazones.
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