No debería considerarse casual que a tantos de quienes amamos el cine nos fascinen de manera especial las películas de guerra. Acaso la explicación deba antojarse sencilla: “cine bélico” no deja de ser una especie de pleonasmo, puesto que todas las películas son en sí mismas, cada una, guerra en miniatura. Lo apreció lúcidamente de esta manera el gran Samuel Fuller, en aquella fiesta a la que Jean-Luc Godard le invitara en “Pierrot le fou” y en la que podíamos oírle sentenciar ese mismo principio: “El cine es como un campo de batalla".
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