Poca ropa. El sonido de las olas. La brisa del mar dándote en la espalda. Cierras los ojos. Hace algo de frío, pero tú estás caliente. Quizás alguien os descubra. El morbo crece. La fogosidad supera límites inesperados. Esta espontaneidad potencia la diversión y, por tanto, la conexión entre las personas que la practican.
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