Fue el arma más poderosa. La que todos querían controlar, la primera que cualquier poder, democrático o no, ansiaba tener en sus manos. Unos para vigilar con recelo, otros para dirigir con mano dura y consigna constante. Y no se trata de la radio, hablamos de la televisión pública. Lejos quedan los tiempos en los que todo pasaba por ella, donde su poder llegaba a paralizar un país. Hoy, en torno a la caja tonta planean tiempos oscuros de influencia y sostenibilidad. La televisión pública no es la que fue.
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