Es imposible no evocar la imagen de un samurái mientras Takaaki Kajita posa para las fotos, impasible como corresponde a un guerrero cuya única katana ha sido una inteligencia aguda, una curiosidad indomable y la tenacidad férrea de un soldado que se juega la vida en cada batalla. Tiene algo de personaje de Akira Kurosawa, noble, cabal y valeroso. Humilde, cálido, lacónico, no dice una palabra de más pero no escatima sonrisas y silencios cargados de significado.
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