Charles Darwin, padre de la teoría de la evolución, creía que ruborizarse no tenía ningún sentido. "El que se sonroja sufre y el espectador se siente incómodo, no le sirve a ninguno de los dos", escribió. Sin embargo, la psicología evolutiva de hoy afirma que mostrar vergüenza de este modo puede ser crucial para el bienestar a largo plazo.
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