La búsqueda de la rentabilidad inmediata, la adopción de un lenguaje a medio camino del marketing y la autoayuda y un cierto desdén por las humanidades han puesto en la cuerda floja una de las grandes instituciones culturales del mundo: las universidades del Reino Unido. Desde hace treinta años, políticos, burócratas y “administradores” tanto tories como laboristas han ido atacando las bases de la vida académica. Si no se hace algo pronto para que cambien las políticas y las prácticas actuales, el daño puede ser imposible de remediar.