Los griegos están perdidos. Ya no pueden elegir siquiera entre susto o muerte porque las medidas que ha tomado su Gobierno en los últimos meses y los ajustes que deberán acometer para plegarse a las condiciones impuestas por las autoridades económicas y financieras mundiales les han dejado sin aire. Después de un buen puñado de huelgas generales, protestas en las calles y la casi paralización del país, los ciudadanos helenos viven en la mayor de las incertidumbres.