Una compañía aérea que opera en Mallorca permitió que un pasajero, que iba despistado, pudiera entrar en un avión con un billete y una tarjeta de embarque equivocadas. Ni el sistema informático, ni las empleadas del control de entrada al avión, ni el recuento que supuestamente deben realizar las azafatas para comprobar si el número de pasajeros que están sentados encajan con la lista de viajeros, fue suficiente para evitar este error. Al final, el cliente aterrizó a 600 kilómetros de su lugar de destino.