Pasan gran parte de los 365 días que tiene el año en la sierra. Observan, una y otra vez, los animales que les 'dan de comer' y recuerdan, a menudo, que pasaron parte de su infancia en la sierra, al igual que lo hicieron anteriores generaciones. Sin embargo, les llena de nostalgia comprobar que no hay relevo. Sus hijos o sus nietos ya no quieren ser cabreros y consideran que, al igual que numerosas razas, ellos también están “en peligro de extinción”.