Sabemos que la evolución, en realidad, no puede tener favoritos, no tiene agencia ni voluntad, es un proceso regido por la selección de algunos especímenes que podrán propagar sus genes como nuevo “estándar” de la especie y, en torno a ello, seguir variando. La pregunta, por lo tanto, es obligada: ¿por qué premiar el gigantismo?