Escribía Walter Benjamin en un texto de 1933, Experiencia y pobreza, que tras el horror de la I Guerra Mundial “la gente regresaba muda del campo de batalla. No enriquecidas sino más pobres en cuanto a experiencia comunicable” (Benjamin, 2007: 217). Podría, sin duda, atribuirse esa mudez a la experiencia del trauma, y sin embargo sucede algo más. La imposibilidad de hablar ocurre también cuando se vive, no ya una experiencia traumática, sino un cambio de paradigma que no nos permite pensar con las categorías de antaño.