Mariano Rajoy, desde hace un tiempo a esta parte y muy a su pesar, allá donde va, dentro y fuera de España, sabe que le preguntarán sobre los casos de corrupción múltiples que acosan a su partido. Sus silencios, sus evasivas, sus salidas por los garajes del Senado o sus entradas al hemiciclo del Congreso por los lugares más recónditos para evitar a periodistas dispuestos a preguntarle, se han ido convirtiendo en todo un tratado de cómo intentar quitarse de en medio a pesar de ser el máximo protagonista de la metástasis que se ha hecho dueña del
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