Llegó el 10-N. Las encuestas están por todo lo alto y el centro vuelve a ser un vagón de metro en hora punta. Las palabras perdieron hace tiempo su sentido. Se puede soltar una mentira y la contraria días después sin que pase nada. Se puede uno levantar moderado por la mañana, porque así lo aconsejan los asesores y gurús, y acusar al presidente del Gobierno por la tarde de buscar la violencia en Cataluña (...) Tenemos una tolerancia con la mentira y la corrupción incompatible con una democracia sana.
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