Sábado noche. Nos hallamos en una discoteca cualquiera, en una ciudad europea cualquiera. Jóvenes más o menos arreglados bailan, hablan y ligan entre sí. En algún punto de la barra, un grupo se dispone a pedir unas copas. Y en medio de una conversación intrascendente sobre la música o la aglomeración que hay, uno de ellos suelta: “Este sitio está lleno de putas”. Y es que es una triste realidad del siglo XXI el juzgar a una mujer siguiendo unos cánones tan obsoletos que duelen especialmente en boca de personas jóvenes.
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