Todos los años acechan las serpientes de verano. Noticias que no son noticia estallan en primera plana mientras los periodistas titulares dormitan en la costa y los becarios se desloman en las redacciones. Al fin y al cabo, con algo hay que cebar las rotativas. Este verano, la serpiente ha adquirido las dimensiones de una boa constrictor y se nos ha presentado bajo el nombre de turismofobia, un neologismo tan malintencionado y ridículo como cogido por los pelos.
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