En 1989, Jack Dumbacher de la Academia de Ciencias de California viajó a Papua Nueva Guinea en busca de aves del paraíso. Mientras luchaba por liberar a pitohuis de sus redes, se rasgó las manos y los cortes le dolieron más de lo que deberían. Se llevó los dedos a la boca para calmar el dolor, pero eso solo hizo que su lengua hormigueara y ardiera. Preguntó a los lugareños si sabían algo sobre este efecto peculiar. "Un pájaro basura", dijeron; No es bueno para comer".
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