Él le sacaba 10 años. Se habían conocido cuando el pintor se encontraba en Italia con la compañía de los Ballets Rusos para la que diseñaba los vestuarios. Al poco se casaron y ella renunció a su apellido por el de Picasso. Se asentaron en París —núcleo artístico por aquel entonces—, y la exbailarina, ya que abandonó su carrera tras las insistencias de su marido, se convirtió en una de las musas del malagueño.
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