Desde 1945 se advirtió sobre las consecuencias del abuso de antibióticos, como la selección de bacterias resistentes. Este problema ha crecido exponencialmente, al punto que para 2050 podría causar más de 10 millones de muertes. Ante esta situación, los péptidos antimicrobianos emergen como una alternativa terapéutica prometedora. Los péptidos antimicrobianos son moléculas naturales capaces de lisar patógenos mediante la formación de poros en su membrana y de inhibir biofilms. La histatina 5, por ejemplo, se ha mostrado eficaz frente a Candida.
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Es inevitable con la salida de nuevos antibióticos que emerjan mecanismos de resistencia a su uso al poco de empezar a usarlos. Existen ya incluso bacterias resistentes a antibióticos nuevos de los últimos 10-15 años, por no hablar de la resistencia cruzada que pueden tener con mecanismos de resistencia ya conocidos.
Es por ello que se están investigando alternativas como PAM (péptidos antimicrobianos), nanopartículas orgánicas o metálicas, fagos o terapias físicas como el uso de plasma frío o terapia fotodinámica además de con vacunas e inmunización pasiva (ésta última ya se emplea por ejemplo desde hace años con la vacuna antineumocócica o con la reciente bezlotoxumab que es antitoxina de C.diff).
Estas alternativas se podrían usar solas o en combinación habida cuenta de que incluso para ellas se están dando mecanismos de resistencia. En el caso de las PAM consiste en el uso de péptidos ya presentes en el cuerpo humano o en otros organismos. Ejemplos son la lisozima, la lactoferrina, la defensina humana o la catelicidina. El problema es que son muy poco estables y pueden ser citotóxicas con las células eucariotas propias del huesped. Además, la bacteria se podría adaptar. Pero se está avanzando aunque lentamente, se habla de ellos desde hace más de 20 años y aún no hay ninguna en el mercado.
Respecto a los fagos, el único país que los ha empleado en el ámbito clínico es la república de Georgia pero los ha empleado sin que haya una normativa ni evidencia clínica alta. No se ha obviado en occidente hasta ahora por ser "una terapia soviética", nada más lejos de la realidad, se están investigando con ellos y prometen ser un buena alternativa. Sin embargo, no son la panacea y si no se han empleado hasta ahora es porque los resultados por el momento son muy variables e inconsistente. Además no existen normativas ni preparados estándar, en la mayoría de ensayos los investigadores usan sus propios cócteles. Es por ello que aún queda mucho con los fagos para que se empleen.
Por otro lado estarían las moléculas antivirulencia que inhibirían los factores de virulencia de las bacterias. Por ejemplo en el caso de S.aureus se podría usar una molécula anti-estafiloquinasa o una que inhibiera la leucocidina de Panton-valentine, dos de sus más importantes factores de virulencia convirtiendo una bacteria agresiva (sea o no sensible a antibióticos) en una débil capaz de ser fácilmente neutralizada por el organismo.
Finalmente estarían las moléculas inmunomoduladoras que no atacarían al patógeno sino que restringirían la respuesta proinflamatoria y/o atraerían leucocitos y otras células defensivas. Se trataría de reforzar la inmunidad del huésped durante la infección.
Esto ya existe por ejemplo con azitromicina, un antibiótico macrólido con un espectro de acción estrecho y del que se abusa en atención primaria. Por ejemplo, azitromicina es mala frente a neumococo e ineficaz frente a Pseudomonas aeruginosa. Pero cosas de la vida quizás gracias a ese mal uso se ha terminado viendo que la terapia combinada con azitromicina a veces arroja mejores resultados en infecciones pulmonares que usar sólo betalactámicos (derivados de la penicilina) sólos y esto es así porque se ha comprobado que la azitromicina, aunque sea ineficaz frente a esos patógenos y no los ataque tiene actividades inmunomoduladoras y anti-formación de biofilms (biopelículas).