Mientras aguarda en la caja de un pequeño supermercado, un delincuente ingresa y le roba el dinero. O mejor dicho: el cliente le entrega por voluntad propia el efectivo que tenía en su poder y luego -a través de gestos que se ven en el video- le comunica al ladrón que no tiene nada más para darle. Después llegan los disparos: uno en la cabeza y otro, que se ve con más claridad, en el abdomen. Los dos tiros no lo mataron.
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