Hace 200 años los disturbios luditas en Inglaterra marcaban una de las mayores rebeliones contra el progreso tecnológico. El mismo temor existe hoy ante la creciente incorporación de robots en el mercado laboral. Pero el rechazo a la automatización del trabajo está típicamente basado en una idea errónea: que en una economía hay un número finito de tareas por realizar, de modo que si automatizamos una parte de estas tareas los trabajadores desplazados no tienen nada más que hacer.
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