Nuestro periodo histórico se caracteriza tanto por el debilitamiento de los aparatos redistributivos del Estado como por el fortalecimiento corporativo de los organismos represivos: la judicatura y la policía. Este proceso político hegemónico de la clase dominante se basa en la ficción del consentimiento de los subalternos, la aparente neutralidad del Estado y el abuso del monopolio de la legitimidad de la violencia.
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