El problema es complejo y mienten quienes digan que se arregla bombardeando. Igual que un fundamentalista puede inmolarse una noche del fin de semana en una discoteca de tu ciudad, un político ansioso puede complicar aún más el avispero, nervioso por un año electoral. Hay una gran diferencia entre ambos y es oportuno anotarlo: uno ha perdido la razón y quiere morir matando.
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