Miriam estaba tomando una copa en un bar del centro de Madrid cuando se empezó a encontrar indispuesta: su mente se desconectó súbitamente y lo siguiente que recuerda es despertar en un hospital. La joven fue víctima de una sumisión química: alguien vertió una sustancia en su bebida para drogarla, una práctica en auge que se utiliza para someter la voluntad de las mujeres y agredirlas sexualmente y que ya condiciona la libertad y el disfrute de las chicas más jóvenes.
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